Una Convención sin información…

Por Patricia Alrringo y Elia Simeone, directoras Anmpe

El Servicio Electoral acaba de establecer que poco más de 15 millones de ciudadanos podrán participar el 4 de septiembre en la inédita consulta en que se aprobará o se rechazará la propuesta de nueva Constitución.

A tres meses de que se realice este plebiscito de salida, quienes estuvieron estos meses a cargo de redactar el texto constitucional han protagonizado diversas polémicas y han sostenido álgidos intercambios de opiniones. Todo ello ha confundido más que aportado a que los electores se vayan interiorizando del trabajo constituyente.

Peor aún es que el proceso -incluido el articulado que poco a poco ha ido tomando forma- tiene como gran falencia que la ciudadanía carece de información cierta respecto tanto del contenido como del espíritu de las normas que los convencionales han ido aprobando.

Según la encuesta de Pulso Ciudadano, un 46,9% declara que sólo ha leído algunos artículos y un 42,6% admite que no ha leído nada aún. Pocos han sido los espacios dedicados a especificar y explicar las normas aprobadas, enfocándose el debate a tonos políticos más que informativos. 

Aun reconociendo el derecho ciudadano a militar en un partido y/o a simpatizar con determinados lineamientos políticos, este proceso también ha tenido como punto en contra la polarización. Ello, azuzado por los liderazgos partidarios y de ciertos movimientos, los que, como si fuera una elección presidencial, han buscado extremar el debate. 

Quizás como consecuencia de aquello, las fake news de fanáticos de ambos lados han inundado las redes sociales y no han aportado en nada. Los primeros meses de este año, la ONG Derechos Digitales y la encuestadora Datavoz publicaron un sondeo sobre la Convención Constitucional, el cual arrojó que más del 50% de los consultados admitió conocer información falsa sobre el trabajo constituyente.

Todo este escenario ha incubado la desconfianza ciudadana y este histórico proceso, que por su importancia debiera unir al país, parece profundizar las diferencias. Según Pulso Ciudadano de mayo, un 61% de la población ya decidió su voto. Un 15,2% está medianamente inclinado a una opción y un 23,3% está poco o nada decidido.

El escaso presupuesto asignado a un proceso tan relevante, la precariedad comunicacional de la Convención, el bombardeo de noticias falsas y la polarización del debate conllevan una tremenda desinformación, la cual está desalentando el interés ciudadano por profundizar sus conocimientos.

El gobierno inició una campaña comunicacional que ha sido polémica, a tal punto que los partidos de derecha la han denunciado como un intervencionismo electoral.

Pese a todo esto -y quizás por todo esto-, aún hay espacio para que los medios de comunicación y los y las periodistas jueguen un rol capital. En tal sentido, cabe valorar diversas iniciativas que, principalmente a través de formatos digitales, han buscado entregar insumos para una sana y constructiva discusión.

Objetividad, imparcialidad, pluralismo y ética deben guiar aquella entrega informativa y los espacios que, de aquí en adelante, abracen la tarea de poner al periodismo y al trabajo investigativo al servicio de la ciudadanía, a fin de que ésta pueda llegar mejor preparada el 4 de septiembre y emita su voto libre e informadamente. 

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